El pulso humano de una fuerza divina
“Su ministerio petrino ha generado siempre reflexión; máxime, en un tiempo, en el que la ciudadanía falla en la responsabilidad de mostrar cercanía, respeto por la creación y por los hermanos, además de las nefastas consecuencias de gobiernos guiados por la ambición del lucro, obviando la justicia social”.
Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor
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Justo, en este instante en el que nos deja un referente humano, que ha sabido custodiar todo y a todos, especialmente a los más desfavorecidos, para irse a la Casa del Padre, dejándonos una estela de vivencias y emociones imborrables, a través de sus encíclicas, exhortaciones y cartas apostólicas, se me ocurre evocar su eterna pulsación, que no ha sido otra que la entrega como guardián del análogo y aquello que nos circunda. Amparar quiere decir entonces vigilar nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque de ahí es de donde emanan nuestras intenciones buenas y malas, las que construyen y las que nos destruyen. Sólo el que sirve con amor sabe salvaguardar la savia existencial, como lo hizo en su peregrinar por aquí abajo ante los horrores de los conflictos, el Santo Padre Francisco.